El esófago es un conducto muscular, de aproximadamente 25 cm de longitud de promedio, que conecta la boca con el estómago. Se sitúa en el centro del tórax, entre los pulmones y detrás del corazón.
Aunque no participa directamente en la digestión, es una parte esencial del sistema digestivo por su papel como vía de paso para los alimentos y líquidos.
Su función es transportar los alimentos y líquidos que tragamos. Aunque la gravedad ayuda a que bajen, lo más importante es un movimiento natural del cuerpo llamado peristaltismo: son contracciones musculares rítmicas que empujan la comida hacia abajo.
En la unión del esófago y el estómago, se encuentra una estructura anatómica llamada cardias, que marca la entrada al estómago.
Aquí, el esófago tiene dos “puertas” musculares llamadas esfínteres: uno en la parte superior y otro en la inferior. Estas puertas se abren y se cierran en el momento justo para que el alimento baje y no regrese hacia arriba.
Cuando tragamos, el alimento pasa primero de la boca a la garganta (también llamada faringe). Luego, el esfínter superior se abre para dejarlo entrar en el esófago. Allí, las contracciones musculares lo empujan hacia abajo.
Después, el alimento atraviesa el músculo diafragma, llega al esfínter inferior, que se abre brevemente para dejarlo entrar en el estómago, y luego se cierra para evitar que los ácidos del estómago suban nuevamente.
La nutrición juega un papel fundamental en el manejo de diversas patologías del esófago, ya que una nutrición adecuada, puede reducir la inflamación y minimizar la irritación de la mucosa esofágica.
Cada enfermedad del esófago, puede beneficiarse de estrategias nutricionales específicas, que no solo aborden los síntomas inmediatos, sino que también promuevan la salud a largo plazo, ayudando a reducir el riesgo de complicaciones
A través de estrategias nutricionales personalizadas, se busca optimizar la salud digestiva y reducir el impacto de estas afecciones, mejorando la función del esófago y evitando daños adicionales.
Las recomendaciones dietéticas y las dietas dietoterapéuticas, deben adaptarse a cada persona según al contexto clínico, su tolerancia digestiva y su cultura alimentaria.
La información ofrecida en esta web es general y no sustituye una pauta individualizada. Por ello, la educación nutricional es fundamental: educar al paciente es clave para aprender a manejar la enfermedad y los síntomas de forma eficaz, permitiendo tomar decisiones informadas que favorezcan la salud del esófago a largo plazo.
El Reflujo Gastroesofágico (RGE) se define como el paso de contenido gástrico en el esófago con o sin o vómito. Se denomina Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico (ERGE) cuando se considera patológico, es decir, en circunstancias en las que genera síntomas molestos o complicaciones como inflamación del esófago (esofagitis) o estrechamiento esofágico (estenosis). Desde el punto de vista nutricional, una alimentación adecuada puede ayudar a reducir la acidez gástrica, proteger la mucosa esofágica y favorecer su recuperación. Se ha observado que evitar comidas muy grasas, alcohol, café, chocolate, cítricos, tomate y alimentos picantes puede disminuir la irritación y aliviar los síntomas. También resulta clave modificar algunos hábitos, como evitar acostarse inmediatamente después de comer, fraccionar la ingesta en porciones pequeñas y mantener un peso corporal saludable. El enfoque dietético debe adaptarse a cada persona según la gravedad de la inflamación, la presencia de otras patologías digestivas y la tolerancia individual a los alimentos. Una intervención nutricional bien planificada puede favorecer la cicatrización esofágica y mejorar notablemente el bienestar digestivo.
La esofagitis péptica es una inflamación de la mucosa esofágica causada por la exposición prolongada al contenido ácido del estómago, generalmente en el contexto de una Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico (ERGE) no controlada. Esta condición puede dañar progresivamente el epitelio esofágico, provocando síntomas como dolor al tragar, acidez persistente, ardor e incluso, en casos graves, ulceraciones o sangrado. Desde el enfoque nutricional, el objetivo principal es reducir la agresión ácida, promover la regeneración de la mucosa y evitar el retraso en el vaciamiento gástrico. Se recomienda evitar alimentos que disminuyen la presión del esfínter esofágico inferior (como alcohol, menta, chocolate y comidas ricas en grasa), pero también pone énfasis en estrategias más personalizadas y menos restrictivas. Se prioriza una alimentación de textura blanda durante los brotes agudos para minimizar la irritación mecánica, así como una dieta baja en irritantes químicos (picantes, café, alimentos muy ácidos) en fases sintomáticas. También se recomienda fraccionar la alimentación, evitar las cenas copiosas o tardías y mantener la posición erguida tras las comidas para facilitar el vaciamiento gástrico. En casos de esofagitis con signos de erosión o úlceras, puede ser necesario adaptar temporalmente la dieta a consistencias líquidas o semisólidas, y asegurar un adecuado aporte de nutrientes sin sobrecargar el sistema digestivo. El abordaje nutricional debe adaptarse al grado de lesión esofágica y a la tolerancia individual, siendo una herramienta clave para apoyar el tratamiento médico, promover la cicatrización mucosa y reducir el riesgo de recurrencias.
El esófago de Barrett es una condición en la que el revestimiento normal del esófago se reemplaza por un tejido similar al del intestino, como consecuencia de una exposición prolongada al contenido ácido gástrico. Se considera una complicación crónica de la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE). El manejo del esófago de Barrett requiere un enfoque integral que combine el tratamiento médico con modificaciones sostenidas del estilo de vida. Desde el punto de vista nutricional, el objetivo es minimizar la exposición del epitelio esofágico al reflujo ácido y reducir la inflamación crónica. Las recomendaciones actuales sugieren evitar alimentos que favorezcan el reflujo, como comidas muy grasas, fritos, chocolate, menta, alcohol, café y bebidas carbonatadas. Asimismo, se recomienda limitar el consumo de alimentos ultraprocesados, carnes rojas y embutidos, debido a su potencial efecto proinflamatorio. Por otro lado, algunos estudios observacionales han mostrado beneficios asociados al consumo regular de frutas y verduras frescas, alimentos ricos en fibra y compuestos antioxidantes, así como al seguimiento de un patrón dietético mediterráneo, que podría contribuir a reducir la progresión del daño epitelial. Además de los ajustes en la dieta, se aconseja evitar las comidas abundantes, no acostarse inmediatamente después de comer y mantener un peso corporal saludable, ya que el exceso de peso, especialmente abdominal, se asocia con un mayor riesgo de progresión del esófago de Barrett. Una intervención nutricional personalizada puede ayudar a diseñar un plan de alimentación adecuado, sostenible y adaptado a las necesidades de cada persona, como parte fundamental del seguimiento clínico de esta condición.
La esofagitis eosinofílica es una enfermedad inflamatoria crónica del esófago caracterizada por la acumulación anormal de eosinófilos, un tipo de célula inmunitaria, en la mucosa esofágica. Esta inflamación provoca síntomas como dificultad para tragar, dolor en el pecho, acidez y sensación de que los alimentos quedan atrapados en el esófago. Aunque puede afectar a personas de todas las edades, es especialmente frecuente en niños y adultos jóvenes con antecedentes de alergias o enfermedades atópicas. El manejo nutricional juega un papel clave en el control de esta condición. La esofagitis eosinofílica está frecuentemente relacionada con reacciones alérgicas o de hipersensibilidad a ciertos alimentos. Por ello, la identificación y eliminación de los alimentos desencadenantes mediante dietas de exclusión, bajo supervisión profesional, suele ser fundamental para reducir la inflamación y mejorar los síntomas. Además de las dietas de eliminación, que deben adaptarse individualmente, se recomienda evitar alimentos procesados que puedan contener aditivos o alérgenos ocultos. La introducción gradual y controlada de alimentos, junto con un seguimiento nutricional adecuado, favorece la recuperación y reduce la recurrencia. La educación nutricional es fundamental para aprender a manejar la enfermedad y los síntomas de forma eficaz, facilitando la identificación de los desencadenantes y promoviendo una alimentación equilibrada que contribuya a mejorar la calidad de vida.
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