HÍGADO
El hígado se encuentra en la parte superior derecha del abdomen, justo debajo del diafragma. Pesa alrededor de 1,5 kg.
Está compuesto principalmente por células llamadas hepatocitos, que se encargan de sus funciones principales.
Producir y liberar bilis, un líquido que ayuda a digerir las grasas y a eliminar sustancias como la bilirrubina (producto de la descomposición de los glóbulos rojos).
Regular los niveles de azúcar en la sangre, guardando o liberando glucosa según lo que el cuerpo necesite.
Fabricar grasas y proteínas especiales, como las lipoproteínas, que transportan grasa por la sangre.
Controlar el colesterol, tanto produciéndolo como eliminándolo.
Producir proteínas clave, como la albúmina (que mantiene los líquidos en su lugar en el cuerpo) y factores de coagulación (que ayudan a que la sangre se coagule correctamente).
Eliminar sustancias tóxicas, como medicamentos o químicos dañinos, transformándolos en compuestos más seguros que luego se eliminan.
También ayuda a eliminar el amoníaco, convirtiéndolo en urea, que se expulsa a través de la orina.
A medida que avanza la edad, el funcionamiento del hígado experimenta ciertos cambios que afectan su capacidad para procesar diversas sustancias, especialmente los medicamentos. En las personas mayores, el metabolismo hepático se vuelve más lento, lo que implica que algunos fármacos permanecen más tiempo en el organismo. Esto puede incrementar el riesgo de efectos secundarios, incluso con dosis que serían bien toleradas por personas más jóvenes.
Además, el hígado envejecido se vuelve más vulnerable frente a agentes dañinos. Las sustancias tóxicas pueden resultar más perjudiciales en edades avanzadas y, en caso de daño hepático, el proceso de regeneración celular es menos eficiente que en etapas más tempranas de la vida.
Otro cambio común relacionado con el envejecimiento es la reducción en la producción y el flujo de bilis. Esta alteración favorece la aparición de cálculos biliares, lo que incrementa la probabilidad de desarrollar trastornos en el sistema biliar en adultos mayores.
VESÍCULA BILIAR Y VÍAS BILIARES
La vesícula biliar es un pequeño órgano con forma de pera que se encuentra justo debajo del hígado.
Su principal función es almacenar y concentrar la bilis, un líquido producido por el hígado que es fundamental para la digestión, especialmente de las grasas.
La bilis está compuesta por agua, sales biliares, colesterol, pigmentos biliares como la bilirrubina, y otras sustancias. Este líquido ayuda a descomponer las grasas en el intestino delgado y también permite eliminar desechos del cuerpo, como restos de glóbulos rojos envejecidos y exceso de colesterol.
Durante el proceso de digestión, especialmente después de una comida rica en grasa, la vesícula biliar se contrae y envía la bilis al intestino delgado a través de una serie de conductos. Esta liberación es regulada por señales hormonales y nerviosas, y ocurre cuando se relaja un pequeño músculo en forma de anillo llamado esfínter de Oddi.
La bilis que no se utiliza de inmediato, se guarda en la vesícula. Esto permite que el cuerpo la utilice de forma más eficiente cuando la necesite.
La nutrición desempeña un papel esencial en el manejo de las enfermedades hepáticas y biliares, ya que influye directamente en la función metabólica del hígado, la producción y el flujo de bilis, y la digestión y absorción de las grasas.
Una alimentación inadecuada puede aumentar la carga hepática, favorecer la acumulación de grasa en el hígado o agravar procesos inflamatorios y colestásicos. Por otro lado, una dieta bien diseñada puede ayudar a modular la inflamación, mejorar los parámetros bioquímicos y prevenir la progresión de enfermedades como el hígado graso, la cirrosis hepática o la colelitiasis.
Las recomendaciones dietéticas y las dietas dietoterapéuticas, deben adaptarse a cada persona según al contexto clínico, su tolerancia digestiva y su cultura alimentaria. La información ofrecida en esta web es general y no sustituye una pauta individualizada. Por ello, la educación nutricional es fundamental: educar al paciente es clave para aprender a manejar la enfermedad y los síntomas de forma eficaz, permitiendo tomar decisiones informadas que favorezcan la salud hepática a largo plazo.
La esteatosis hepática es una acumulación excesiva de grasa en las células del hígado. Puede estar asociada al consumo de alcohol (forma alcohólica) o aparecer en personas sin consumo significativo de alcohol, en cuyo caso se denomina enfermedad hepática por depósito de grasa no alcohólica (EHGNA). Esta última está estrechamente relacionada con el sobrepeso, la obesidad, la resistencia a la insulina, la diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico. Aunque en muchas personas no causa síntomas evidentes, la esteatosis hepática puede progresar a formas más graves como la esteatohepatitis, fibrosis o incluso cirrosis si no se interviene a tiempo. El tratamiento principal es de tipo dietético y consiste en reducir la grasa hepática, mejorar la sensibilidad a la insulina y promover cambios sostenibles en el estilo de vida. Desde el punto de vista nutricional, se recomienda seguir un patrón alimentario equilibrado, con preferencia por el modelo mediterráneo: alto en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos y grasas saludables como el aceite de oliva. También se aconseja reducir el consumo de azúcares añadidos, bebidas azucaradas, harinas refinadas, carnes procesadas y alimentos ultraprocesados. La pérdida de peso moderada, ha demostrado ser eficaz para reducir la grasa hepática y mejorar los marcadores hepáticos.
La cirrosis hepática es una enfermedad crónica e irreversible del hígado, caracterizada por una fibrosis progresiva y la sustitución del tejido hepático funcional por nódulos de regeneración. Esta alteración estructural, afecta al funcionamiento normal del hígado y puede generar complicaciones como hipertensión portal, ascitis, encefalopatía hepática, malabsorción de nutrientes y desnutrición. Las causas más frecuentes incluyen el consumo crónico de alcohol, la hepatitis viral (especialmente B y C), la enfermedad hepática por hígado graso no alcohólico (EHGNA) y enfermedades metabólicas o autoinmunes. Los síntomas pueden ser inespecíficos en etapas tempranas, pero en fases avanzadas puede aparecer fatiga, pérdida de peso, edema, ictericia o alteraciones digestivas. Desde el punto de vista nutricional, la alimentación tiene un papel fundamental en el manejo de la cirrosis. Es importante asegurar un buen aporte de energía y proteínas para prevenir o tratar la desnutrición, frecuente en estos pacientes. En general, no se recomienda restringir la proteína, salvo en fases específicas de encefalopatía hepática. También puede ser necesario limitar el consumo de sodio en presencia de retención de líquidos o ascitis, y en algunos casos, realizar suplementación con vitaminas y minerales, especialmente si hay deficiencias detectadas o consumo previo de alcohol.
La colelitiasis es la presencia de cálculos (piedras) en la vesícula biliar, formados habitualmente por colesterol, sales biliares o pigmentos. En muchos casos no produce síntomas y se detecta de forma incidental, pero cuando los cálculos obstruyen los conductos biliares pueden generar dolor abdominal intenso, especialmente tras las comidas, así como náuseas, vómitos o síntomas digestivos inespecíficos. El riesgo de desarrollar cálculos biliares aumenta con ciertos factores como el sobrepeso, el sedentarismo, dietas ricas en grasas saturadas y pobres en fibra, ayunos prolongados, y antecedentes familiares. También es más frecuente en mujeres, especialmente durante el embarazo o con el uso de anticonceptivos hormonales. Desde el punto de vista nutricional, el objetivo es prevenir las crisis de dolor y reducir la formación de nuevos cálculos, especialmente en personas que aún conservan la vesícula. Se recomienda una alimentación equilibrada, con bajo contenido en grasas saturadas y adecuada en fibra. Evitar comidas copiosas, ricas en grasa o muy condimentadas puede ayudar a prevenir episodios dolorosos. En caso de cirugía (colecistectomía), la alimentación también debe adaptarse durante el postoperatorio para favorecer una buena digestión.
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